Entstehung des Buch des Wahren Lebens

(Bericht auf spanisch)

 

Testimonio de un portavoz del Recinto "El Redentor”

Nací en Orizaba Veracruz en 1923. A los dos meses de edad, según me cuenta mi madre, me vi muy enfermo. No hubo médico capaz de curarme. Entonces alguien le dijo a mi madre que porqué no me llevaba a un Centro Espiritual. En aquel tiempo se llamaba a los recintos de cualquier forma. Ahí me llevó mi madre y con oración y con agua, agua “de la llave”, como hemos visto en todos los recintos donde conocimos la palabra, me devolvió la caridad de Dios la salud. Me decía mi madre que no me desarmaba por el pellejo, pero que era un montón de huesos forrado de piel. De manera que me considero que nací dentro de la gracia de la Doctrina Trinitaria Espiritualista Mariana. A los tres o cuatro años de edad me llevaron a bautizar allí mismo. Pero no se comprendía bien lo que era el bautismo o cual era su finalidad. Así que aquello era una mezcla de espiritismo, de catolicismo, de protestantismo y de algo muy raro que no alcanzaba a definirse. De manera que los bautizos eran un remedo de la religión católica. Seguí yendo a las reuniones, porque mi madre nos llevaba siempre. Y desde aquellos lejanos días había una fecha que empezó a quedarme en la mente: 1950. Entonces ya se hablaba de esa fecha. Nada más que como eran lugares donde se conocía la palabra en forma no educada, no estudiada, la palabra crecía ahí como una planta silvestre que crece porque Dios es misericordia, pero no hay nada que pueda evitar que le crezcan impurezas, yerbitas, parásitos, que le roban la sabia de la tierra. Entonces en aquellos días se decía que para 1950 se iba a acabar el mundo. Era escasa la preparación del portavoz y de esa manera daba a entender la importancia, la trascendencia del final de la etapa y en cierta forma pues si era algo grave, más que el “final del mundo”. Lo que no se comprendía es que era el final de una etapa de preparación. Eso lo vine a comprender aquí en México DF. Porque en1945 me vine radicar aquí. Desde el principio experimentaba un vacío muy grande en mi vida. Me hacía esta pregunta: ¿Esto a qué se debe Dios Mío? ¿Será acaso la ausencia del sexo opuesto? Pero no podía encontrar la respuesta al porqué de ese vacío tan grande en mi vida. Por 1946 una persona que se ofreció para conseguirme empleo me llevó a un recinto que estaba por Villa de Cortés, detrás de una clínica del Seguro Social que está en la Calzada de Tlalpan. Y en el momento en que pisé el umbral del recinto, comencé a llorar con un sentimiento que nunca había experimentado. Ni aun cuando mi madre partió de esta vida al valle espiritual, no lloré de esa manera. Entonces al momento dije: Dios mío esto es lo que me hacía falta. Este era el vacío que solamente tu podías llenar en mi vida. De ahí era tal la ansiedad por oír la palabra de Dios que las cátedras empezaban a las ocho y terminaban a las nueve. Y no faltó una persona que nos dijera que había otro recinto: El Redentor, eso para mi era una gran sorpresa. – ¿Pero hay otro lugar? –Sí. ¿Quieres seguir oyendo la Palabra? Ya éramos un grupo el que íbamos corriendo. Porque ese vació había que llenarlo con ese algo. Y ese algo era el pan del espíritu que prometió Jesús traernos, cuando volviera como Espíritu Santo. Así conocí el recinto El Redentor. Y entonces ahí se me abrió un campo grande, inmenso, que nunca había conocido. Los elementos que estaban trabajando como portavoces y facultades, eran elementos ya no como la plantita silvestre, sino con una educación; eran portavoces y facultades incomprendidos del recinto de El Mediodía y de La Fe -los primeros lugares en la república- a quienes se les estaba oprimiendo, a los que no se les permitía dar ese mensaje que había en su espíritu, que el Divino Maestro venía inspirando y en el cual se nos hablaba de que debíamos de analizar, de estudiar su palabra. Esa palabra era continua. Cuando un grupo de recintos hacía la visita del primer miércoles del mes al recinto de El Mediodía, oían esas cátedras hermosas que hablaban de depurar las prácticas, de desmaterializar los recintos, de quitar los símbolos: la escala, el triángulo, el cirio, las veladoras, los floreros. Porque todo aquello había cumplido con una función y que debíamos penetrar en el sentido del mensaje, no quedarnos en la parte exterior. Cuando los portavoces eran fieles a la inspiración el pueblo salía satisfecho. Pero no les parecía a los hermanos guías, naturalmente, que se penetrara al sentido amplio, completo y profundo. Porque ahí se nos enseñaba -como más tarde lo oímos en los recintos como Simiente de Sión, el mismo El Redentor y otros lugares de este DF o de la provincia- que la escala tenía una misión, simbólica, que nos hablaba originalmente de la escala de los sueños de la escala de Jacob. Cuando el patriarca contempló esa escala que comenzaba en este mundo y terminaba en las alturas, Dios estaba en la parte más alta y por esa escala subían y bajaban ángeles. Ahí se nos hablaba del ascenso espiritual, del mejoramiento, de cómo venía el mundo espiritual a iluminarnos, a orientarnos de acuerdo con la profecía que encontramos en los evangelios de que Dios vendría sobre la nube rodeado de ángeles y que por el hecho de que quitáramos ese símbolo que representaba la escala no nos apartábamos del camino espiritual que nos conduce a Dios. El cirio tenía una finalidad: hablarnos de la fe, de esa confianza que debe estar en nosotros y que con el hecho de apartar el cirio no estábamos apagando esa fe, nuestra confianza en Dios. El triángulo con un ojo al centro, que nos hablaba de la trinidad, de la manifestación de la trinidad de Dios, ya que eso se empezaba a esclarecer para el pueblo espiritualista, nos hablaba en su esencia de esa trilogía de manifestaciones del único Dios invisible y verdadero. El cual nos habló en nuestra infancia en una forma primitiva, como lo vemos en los primeros cinco libros de Moisés. Nos habló en forma más elevada a través de Jesús cuando nuestra evolución había avanzado y en el Tercer Tiempo, al encontrarnos más evolucionados todavía, más desarrollados espiritualmente, nos hablo como un padre lo hace con el hijo cuando ya tiene mayor edad y comprende. Y que por el hecho de quitar ese triángulo no apartábamos la esencia de ese mensaje que en tres tiempos se nos había dado. Que las flores, que con apartar los floreros no agravábamos, no alterábamos el mensaje, porque el perfume que Dios venía a buscar no era el de las flores, porque Dios lo recibía en los huertos, en los campos, en los montes. Que el venía a recibir por perfume, por aroma, las buenas obras de nuestro espíritu, de nuestro corazón. Y así se nos fue capacitando, de manera que el pueblo comenzó a despertar. Pero esto no les gustó a nuestros hermanos del recinto de El Mediodía y cuando se hablaba del final de la etapa, nuestra hermana M.D, que recibió de manos de Damiana Oviedo la misión, amenazaba a los portavoces, los reunía y les decía: “Todo aquel de ustedes a través del cual se diga que la palabra termina, lo levanto del cumplimiento”. Ahí fueron a dar los hermanos P. G. y M.del C, R.A, y otros portavoces que fueron una erupción en ese tiempo tan necesitado de luz, de comprensión de la Palabra. Fueron a dar allá, cuando no los aceptó el hermano J.P. Porque tampoco les convenía, porque no había halagos para el guía. Había palabras de reclamo, se le conminaba a obedecer, se nos recordaba aquel capítulo eterno e inmutable de la vida de Jesús. De su sacrifico, de la forma en que nos perdonó. Del más amplio significado de esas frases que nos dicen “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Pero no había halagos para el guía y esto fue sembrando en ellos ese sentimiento de frialdad hacia los elementos portavoces. Por eso se concentraron muchos hermanos en el recinto El Redentor. De manera que a nosotros nos toco una etapa hermosísima de ese resurgimiento y por lo tanto ya no podíamos aceptar la pobreza de manifestaciones que se observaban en El Mediodía. Porque entiendo ,que en el año de 1944 el Divino Maestro nombró a los últimos siete guías entre los cuales estuvo la hermana E.R Vda. de S. del El Redentor, nuestra hermana J.S.U, de Simiente de Sión, de Xochimilco, y otros nombres que se momento escapan, aun cuando los conozco. Y se acostumbraba a ir, como decía, los primeros miércoles del mes al Mediodía y los últimos a La Fe. Por esos días hubo esta orden de parte del Divino Maestro, que dijo así en El Mediodía: “El Templo del Mediodía que por nombre lleva Damiana Oviedo es el indicado para hacer que mi Palabra se cumpla. Pero si el Templo del Mediodía no cumple, entonces será el Templo de la Fe –que le seguía en jerarquía, o que le siguió mejor dicho. Pero si ni el Templo del Mediodía, ni el de La Fe cumplen, entonces serán los recintos que broten de La Fe, los encargados de hacer que se cumpla mi Palabra”. Y así sucedió. Porque fueron Simiente de Sión, de la Hermana S. y el recinto El Redentor los que se unieron a un pequeño recinto –Luz Divina– de San Pedro de los Pinos del hermano L.U., los que se unieron y en torno a ellos, al final de la etapa, al terminar el año de 1950, vino esa unificación. Hubo una lucha muy grande, muy dura, hubo ocasión que en el recinto de Xochimilco solamente estaban nuestra hermana S. el hermano M.J y un grupo muy reducido de facultades. Porque todos se fueron. Tal como lo oí en mis primeros días de niño que iba a ser el fin del mundo, eso parecía. Pero había quedado una riqueza incalculable: la palabra contenida y retenida a través de caligrafía y algunas grabaciones y ahí fue cuando se dió comienzo a la formación del libro. Brevemente, hemos hablado de mi llegada, de lo que empecé a captar, de mis inquietudes, de ese gran vació que había en mi corazón, que lo llenó indiscutiblemente la presencia de la palabra de Dios. Ahora voy a mencionar como se inició la labor de recopilación de cátedras que hoy ha dado origen al Libro de la Vida Verdadera. Por 1948, a mediados, aproximadamente, llegó el hermano A.G.B.A, el padre. Su llegada obedecía a este gran acontecimiento: El tenía un chofer que se estaba quedando ciego y el hermano G.B le dijo que buscara a un especialista, al mejor, que él se lo iba a pagar. Su chofer buscó a muchos médicos y todos le decían: no tienes curación. Vas a ir perdiendo poco a poco la vista hasta quedar completamente ciego. Pero entonces aquel hermano chofer tenía una parienta, que era facultad espiritualista y al mismo tiempo portavoz de la palabra de Dios. Entonces el hermano espiritual, a través de la facultad, comenzó a curarlo y el hermano comenzó a recuperar la vista. Al verlo ya sano le preguntó el hermano G.B: Oye ¿Pues que médico es el que te ha visto? –Ninguno, Ingeniero. –Pero, ¿como es posible que eso sea, si tu ya has recuperado la vista? Entonces le contestó: –Si, pero es que me ha curado una hermana por medios espirituales. –¿Qué es eso? Y entonces le explicó y el ingeniero le pidió de inmediato: –Llévame. Quiero conocer ese lugar. El día en que llegó el hermano G.B era día de Cátedra y era el portavoz del Divino Maestro en esa ocasión precisamente la hermana a través de la cual el mundo espiritual había entregado la salud al hermano que estaba quedando ciego. Al momento de entrar al recinto le causó una impresión tan grande al Ingeniero que no perdió ni una palabra, ni parpadeaba de la importancia que en su espíritu estaba teniendo esa enseñanza. El un hombre amplísimamente culto, conocedor de las siete religiones, más grandes, luego estuvo checando las frases que estuvo oyendo con las promesas de Jesús contenidas en el Evangelio. Y dijo: –Esta es la venida prometida por Cristo. Al terminar la enseñanza quiso tratar a la hermana a través de la cual había oído esas palabras y grande fue su sorpresa al encontrar palabras sencillas propias de su expresión natural, ya no palabras con una trascendencia eterna, como cuando el portavoz estaba bajo la inspiración divina. Y entonces eso confirmó que la palabra que había oído anteriormente era, realmente, la palabra de Dios en cumplimiento a la profecías. Entonces nos reunimos en casa de la hermana E. ahí junto al recinto El Redentor y dijo: –Pronto: ¿Cuándo comenzó esto? ¿Y cuando va a terminar? Ya se le comunicó: esta enseñanza se inició el año de 1866, con la presencia de Elías el Profeta a través de Roque Rojas, quien llegó simbólicamente a abrir el Tercer Tiempo. En 1884 fue la presencia del rayo divino a través del entendimiento de Damiana Oviedo, pero desde 1866 y al inicio de la palabra divina, en 1884, se habló del final de esta etapa de preparación al terminar el año de 1950. Desde ese momento empezó, pero con una desesperación, a organizar: –Haber, ¿qué cátedras tenemos? Empezaron a darle las enseñanzas y él empezó a decir al hermano M.J: –Usted se va a encargar de reunir cátedras. Y así empezó a dar órdenes precisas, sin titubeo alguno. De manera que al llegar a su fin el año de 1950 podemos decir que ya estaba organizado todo. Hubo aportaciones abundantes, como la de El Redentor, Simiente de Sión de nuestra hermana S. y la más grande, la más abundante llegó de parte de hermanos que habían sido taquígrafos o Plumas de Oro como los llamaba el Divino Maestro, en los recintos de La Fe y El Mediodía. Hermanos que al terminar la etapa fueron unos con la hermana M.D. con sus altos enormes de libretas de taquigrafía, con todas las cátedras que habían alcanzado a captar y decirle –M. le venimos a entregar esto. –¿Qué es eso? –Pues todo lo que dijo el Divino Maestro hasta llegar 1950. –No. No me interesa. Me interesa lo que fue dicho después de 1950. Fueron con el hermano J.P. y también le hicieron entrega. Eran abundantísimos los taquígrafos que había en uno y otro lugar. Igual le llevaron sus libretas, pero en grandes cantidades. –Hermano J. le venimos a entregar esto. -Eso no me interesa. Me interesa lo que se diga después. Es decir el tiempo, la etapa, de la palabra pura, perfecta, profetizada y que se llevó a cabo a través de los distintos portavoces, ya nos les importaba, porque los intereses eran muy marcados. Entonces, al saber que había un recinto –había varios- llegaron al Redentor varias hermanas con más libretas que tortillas pueda uno llevar cuando esta preparando la comida. No se imaginan la aportación tan hermosa, tan sublime que experimentamos al ver que todo lo que desecharon en aquellos lugares y que para esos hermanos no tenía ningún valor, cómo llegó a enriquecer en forma más que abundante las cátedras que ya se tenían. Fue un acontecimiento muy grande. Entonces comenzaron a estudiarse las cátedras, porque si a la fecha se encuentran repeticiones, frases que se nos escaparon -porque fueron varios hermanos los que estuvieron aportando, siete, por cierto ese numero tan hermoso, siete hermanos que trabajaron de lleno en ese trabajo- y entonces había muchas repeticiones, pero recordando que el Divino Maestro decía continuamente que cuando se formara el libro deberíamos de apartar la paja del trigo. Es decir, paja el error, el defecto humano, el trigo la esencia más pura, más elevada, hasta donde era posible captar. Sin decir que con eso quedara completamente exento de errores, porque la perfección la lograremos cuando alcancemos la comunicación de espíritu a Espíritu como se nos dice a lo largo de los doce libros. De manera que entonces se empezó a trabajar y entonces se tomó por sede la casa del Ingeniero U. en San Pedro de los Pinos. Comenzaron a depurarse las enseñanzas y primero se leían los borradores en casa del hermano G.B, en las calles de Praga, esquina con Chapultepec, rumbo al Bosque de Chapultepec, precisamente. Y ahí sucedía algo simbólico, pero a la vez muy hermoso, que llenaba de esperanza en especial al hermano G.B: Siempre era el numero trece de las personas que se reunían. A veces faltaba uno, pero iba otro. En otra ocasión el que había ido faltaba, pero el numero trece era muy marcado. Y el hermano G.B, muy capaz, muy observador, nos hizo un comentario en una ocasión. Para esto, el Divino Maestro nos guiaba a través de sueños. En una ocasión por ejemplo, cuando ya estaban estudiadas las cátedras, y de varias cátedras se hizo una, sucedió algo muy interesante. Al leer las enseñanzas en el recinto de San Pedro de los Pinos, el hermano M.J. del recinto Simiente de Sión me dijo: -Oye P., quiero que me consigas esa cátedra. Yo le digo: –Pues si esa cátedra es de Simiente de Sión. –No hermano. No. Ahí tuvimos la palabra de Dios como en todos los lugares. Pero esa tiene algo muy especial. Por favor, consíguemela. Entonces yo le llevé el borrador y el original y quedó maravillado de la forma tan grata, tan limpia en que aparecía por el hecho de haberle quitado repeticiones o palabras, que el elemento portavoz por su sencillez no podía definir en el aspecto más correcto dentro del idioma. Después tuvimos este problema: sencillo, pero problema para nosotros. Ya había altos, en una mesa bastante grande, de las cátedras ya mecanografiadas. Pero entonces no se sabía con cual se iba a iniciar el libro. Y me dijo el hermano U.: – P. vaya al comedor y tráigame una enseñanza. – ¿Cual? – Pues tráigame una. Yo me sentía como al preso que lo van a ajusticiar – ¿Cuál tomo Señor? Bueno, le llevé la primera. Se puso a leer el Ingeniero U. y dijo No, esta no. Tráigame otra. Le llevé varias y ninguna era. Y al no tener la apropiada, le pregunté a Dios en mi pensamiento: ¿Dios Mio, qué hacemos? Y todo el trayecto desde San Pedro de los Pinos hasta la Calzada de Tlalpan, por Villa de Cortés esa era la pregunta. Y esa noche me contestó Nuestro Señor en un sueño que no entendí, porque me fue dado en términos de ingeniería. Vi una mampostería grande, fortísima. Pero esa mampostería estaba dividida en dos secciones, es decir estando unida tenía marcadas dos divisiones, que hacían tres partes. Es decir los tres testamentos. Y de pronto había un movimiento de tierra, un temblor como decimos comúnmente, y esos grandes cimientos se movían al ritmo de la tierra, sencillamente por estar aquí en la tierra, pero no se desprendía de ellos ni el polvito más insignificante; tan bien estaba hecha que no la alteraba en nada. Entonces llegué al día siguiente y le dije –Oiga Ingeniero, imagínese que tuvo un sueño, pero no le entiendo. Me dice – ¿Qué es lo que estaba pensando? Le conté que durante todo el trayecto estuve preguntándole a Dios –Dios Mío: ¿Qué hacemos? ¿Cómo debemos de comenzar? –¿Y qué fue lo que soñó? Ya le dije. Entonces me dijo. –Ya está resuelto el problema. Ahí está la respuesta. –Ingeniero, pero ¿donde? yo no la veo. Entonces me dijo: –Mire P. usted no la entiende porque esta dada en términos de ingeniería. Pero yo soy ingeniero. Cualquier movimiento que se haga de las cátedras no altera la estructura fundamental del Tercer Testamento. Ya tiene su sitio en su tercera parte, ligada perfectamente al segundo y al primero, es el tercer testamento que forma parte de un solo libro. Vaya y tráigame la primera enseñanza que vea. Otra vez volvió para mi la angustia. –Dios Mío: ¿Qué hago? Era un alto así de documentos tamaño carta que rodeaba la mesa. Entonces lo primero que vi, dije –Dios mío, en tu Nombre. Llevé la cátedra y ustedes saben como comienza: “En el principio de los tiempos, yo, como Padre, inspiré al hombre la práctica del bien. Más los hombres se apartaban de los mandatos divinos cayendo en idolatría y en actos abominables ante mí. Vencían los fuertes, caían los débiles y el varón tomaba a la mujer como esclava” etc. Pero olvidaba algo muy importante. Cuando se estaban checando la primera versión que se habían hecho de los borradores sucedió algo muy interesante. Estábamos checando el ingeniero A.G. (padre) y yo. Y entonces alguna palabra que hacía falta la decía él, y yo que estaba observando el original veía que esa era la palabra que nos hacía falta. Le decía –Haber Ingeniero, repítame la palabra que me dijo. –¿Qué palabra? –Dijo esta palabra. –No. Yo no dije nada. –Bueno fue el Señor que me lo dijo. Y esa palabra que hacía falta se la inspiraba Dios al hermano G.B. O sucedía al contrario. El tenía el original y yo estaba leyendo y entonces yo decía la palabra sin darme cuenta. Pero esa palabra que venía aparentemente de más era la que hacía falta para unir el pensamiento de un párrafo con otro. Así comenzó a grandes rasgos la formación de El Libro de la Vida Verdadera. Y en el intervinieron en numero siete hermanos ya que unos hermanos eran los que hacían la primera revisión y nos dimos cuenta que eliminando en un párrafo tres o cuatro palabras se decía lo mismo. Porque había elementos portavoces pues acostumbrados a expresarse con elegancia, con soltura y había hermanos sencillos y de quitar palabras que estaban como un adorno, maquillando en extremo la expresión del pensamiento, no se afectaba el sentido. Entonces consideramos que eso fue parte de la paja. Así fue, a grandes rasgos, como se inició la formación del Libro de la Vida Verdadera. Después ya vino el complemento del mensaje. Un hermano, E.E, alemán de origen, obispo presbiteriano, tradujo a su idioma el libro. En Alemania lo identificaron con las profecías de un austriaco, Jacobo Lorber, que había anunciado que la manifestación de Dios como Espíritu Santo iba a ser en América, pero que no iba a ser en Estados Unidos. Que era un país que colindaba con el, pero no Estados Unidos. Que no vendría como hombre, como llegó en el tiempo de Jesús, sino que vendría en Espíritu. Y lo maravilloso de esa profecía de este citado Jacobo Lorber, es que este hermano murió, en Alemania, dos años antes de que Roque Rojas iniciara el espiritualismo en el año de 1866. Eso fue lo maravilloso. Últimamente muchos se han estado convirtiendo por el conocimiento de ese profeta Lorber. El hermano U. por ejemplo, que ha estado con nosotros, que actualmente se encuentra, talvez en El Paso Texas en estos momentos, conoció la Doctrina y la identificó de inmediato con las profecías. Después ustedes lo saben: en Alemania Occidental han hecho folletos de la enseñanza en el ruso y ahorita no sabemos los alcances tan grandes que puede tener. Por lo pronto, a grandes rasgos eso es lo que yo puedo aportar. En esencia por lo que a mi corresponde, que estuve desde la llegada, desde que nací, dentro de la doctrina, luego de la llegada de nuestro hermano G.B, que fue el corazón, la actividad, el timón, el motor que llevó por la caridad de Dios a la formación del Libro de la Vida Verdadera..